Tengo la solución

TRAS LEER las declaraciones de Botín, Rajoy, Montoro y los que han dicho que están entrando chorros de dinero en la economía, he salido eufórico a la calle. Creía que el sol brillaría sobre el azul del cielo y que los árboles habrían florecido en otoño, contagiado por tanto optimismo.

Pero ha caído un fuerte chaparrón que me ha calado hasta los huesos. Antes de que eso sucediera, vi por mi barrio unas cuantas tiendas cerradas, las aceras mugrientas, varios mendigos por las esquinas y un indigente durmiendo en el parque.

Todo empieza a ir maravillosamente, pero el problema es que los parados no se han enterado, la morosidad se sitúa en máximos históricos, nadie invierte ni un solo duro y los comercios están vacíos.

Parece que la economía real no tiene mucho que ver con esa ingeniería financiera que vuelve a hacer que los capitales fluyan a la Bolsa y que la prima de riesgo caiga a niveles de la etapa de las vacas gordas. Pero este fenómeno no es nuevo porque esa disociación entre el sistema financiero y el tejido productivo es precisamente lo que nos llevó al crash.

Se ha olvidado ya que las causas de la crisis provienen de la economía especulativa que generó los bonos basura, la burbuja inmobiliaria y una deuda astronómica. Nadie puso coto a estos excesos entonces y tampoco ahora. Sarkozy habló en octubre de 2008 de refundar el capitalismo. Han pasado cinco años y no se ha hecho nada al respecto. Las estructuras siguen intactas y los responsables del desastre no han pagado ningún precio por sus desmanes.

Todo indica que vamos a salir de la penuria, aunque posiblemente nos costará bastante tiempo, pero lo que es seguro es que el ingente sufrimiento de las personas no servirá de nada porque los mismos errores que nos llevaron a esta recesión nos llevarán a la siguiente. Todo ha cambiado para dejar las cosas tal y como estaban.

Pero, tranquilícese usted, amable lector, porque yo tengo la solución. Se me ocurrió mientras pedaleaba en el gimnasio cuando vi en la pantalla de televisión a una mujer de 68 años que mantenía a su marido, a su hijo y su esposa y a tres nietos menores de edad con una pensión de 750 euros. Con eso pagaba los recibos de la casa, daba de comer y vestía a siete personas y además confesaba que a veces llegaba a finales de mes con unos céntimos de superávit.

Yo la nombraría a esta señora ministra de Economía y Hacienda. Seguro que las arcas del Estado darían para mucho más y pronto saldríamos de la crisis.